Lic. Daniel Cardell, Dr. Juan C.Yori, Dra. Debora Manuale, Dr. Gerardo Torres y Lic. José Molli.
Foto: Alberto Perezlindo CONICET Santa Fe.
La planta piloto de aprovechamiento de desechos de esta hortaliza está en Santa Fe y fue motorizada por investigadores del CONICET y la UNL junto a una empresa local.
De cada diez mil kilos de zanahoria que se producen en Santa Fe, cuatro mil terminaban como desechos.
El voluminoso descarte de la producción de zanahorias generaba, entre otros problemas ambientales, malos olores, proliferación de roedores y degradación de los suelos.
Todo eso sucedía hasta que en el año 2013, desde la empresa “Val Mar” -dedicada al lavado y empaque de zanahorias en la localidad de Santa Rosa de Calchines- se contactaron con investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) para buscar una solución al asunto.
La idea que surgió fue crear una planta que permita reciclar los desechos de la hortaliza en biocombustibles y suplementos dietarios.
El primer paso que dieron los investigadores fue estudiar la composición de la zanahoria.
“Esta hortaliza está compuesta en un ochenta por ciento de agua, pero si seguimos en orden decreciente aparecen los azúcares -casi su totalidad fermentables y posibles de transformar en alcohol-, luego las fibras y los carotenos”, señala Juan Carlos Yori, doctor en Ciencias Químicas del CONICET que trabaja en el Instituto de Investigaciones en Catálisis y Petroquímica (INCAPE).
Con esa información, en 2014 idearon una planta para producir bioetanol, fibras y colorantes naturales a partir del descarte.
Primero la construyeron a escala de laboratorio y luego, en septiembre de 2018, la inauguraron como planta piloto, con capacidad para procesar dos toneladas de descarte por día.
Tal como explicaron los investigadores que lo idearon, los azúcares presentes en la zanahoria tienen la característica de ser en su totalidad fermentables, por lo que pueden transformarse en bioetanol de segunda generación, útil para la industria de los combustibles, bebidas, farmacopea, perfumería, entre otras aplicaciones.
Y el biocombustible producido en la planta piloto se utiliza como solvente de extracción para obtener otros bioproductos: fibras dietarias y carotenos.
Las fibras dietarias y los carotenos obtenidos, en tanto, demandan una etapa de refinamiento y adecuación de sus propiedades para poder utilizarlos como aditivos para la preparación de alimentos funcionales o suplementos dietarios.
“En esta etapa pudimos llevar los subproductos a una fase de utilización en alimentos y en la forma de suplementos dietarios.
Teníamos un precipitado con caroteno (colorante natural) que debimos emulsionar para presentarlo como los productos (colorantes) que compra un panadero o la fábrica de pastas.
También probamos la incorporación de la fibra en la fabricación de chorizos, hamburguesas y fiambres.
Y en lo que respecta a quesos y yogures, lo hicimos en colaboración con el INLAIN (CONICET-UNL)”, explicó Yori.
Hoy, la planta piloto ya genera colorante natural, cápsulas y comprimidos de fibra dietaria para consumo personal y fibra empaquetada para incorporar en la producción de alimentos.
En cuanto a la rentabilidad, si bien el objetivo inicial de la planta piloto era recuperar los costos de lo que el productor pierde con el descarte de la zanahoria, los resultados fueron más allá.
Hay que tener en cuenta que el costo de las semillas, siembra, laboreo, riego, plaguicidas y cosecha es de mil dólares por hectárea, y con los descartes, de cada tres hectáreas sembradas de zanahoria, el productor pierde una.
Con la planta industrial, cada cien toneladas de zanahoria -que es lo que se cosecha en una hectárea aproximadamente de acuerdo a la variedad- pueden producirse cinco mil litros de alcohol (con un precio de un dólar por litro), veinte kilos de caroteno (que se importan a un precio de entre setecientos cincuenta y mil dólares por kilo) y tres mil kilos de fibra (que se importa a quince dólares el kilo), lo que la hace mucho más rentable de lo pensado.
Los investigadores que idearon esta solución pertenecen al Grupo de Valorización de Descartes Agroindustriales (GVDA), formado por investigadores del INCAPE, eI Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química (INTEC) y la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
“En lo que respecta a la planta industrial de aprovechamiento de descartes de zanahoria, se terminó el plan de negocios del proyecto y está en evaluación de dos posibles inversores”, señaló por su parte Débora Manuale, investigadora del CONICET que pertenece al GVDA.
El Grupo de Valorización de Descartes Agroindustriales (GVDA) está conformado por Juan Carlos Yori, Pablo Torresi y Debora Manuale, investigadores del Instituto de Investigaciones en Catálisis y Petroquímica “Ing. José Miguel Parera” (INCAPE, CONICET-UNL); Enrique Mammarella, investigador del Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química (INTEC, CONICET-UNL); José Saturnino Molli y Daniel Cardell, Personal de Apoyo del CONICET; Gerardo Torres, docente-investigador de la Universidad Nacional del Litoral (UNL); y Adriana Clementz (becaria CONICET-IPROBYQ Rosario), quien realizó sus estudios de doctorado en el INCAPE.
conicet
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